martes, 4 de noviembre de 2008

Confusion

En verdad, estoy medio perdido por no decir del todo. Desconzco si este mail participará de la lectura de la división por cuanto mis conocimientos ciber son bastante lamentables pero si no me preocupo de este déficit personal, invito a que ustedes sigan mi camino. ¿ Estaré escribiendo para ustedes ? Gran pregunta sin respuesta. Creo que era mejor recibir mails ¿ A quien se le ocurrió sumar nuevos accesos? En estas épocas de crisis hy que achicar, amigos.
Bien, reitero que no tengo la menor idea adónde terminará este mail pero espero que llegue a algun lado. Dicen que siempre se llega a algún lado, el problema es adónde y para qué.
Recién llegado de mi viaje a Marruecos, reviví una experiencia muy linda, ya que hace treinta años había conocido por primera vez Fez, Meknes y Marrakesh con mi ex mujer por quien me ofrecieron un camello ( solo uno, qué turros) y yo me negué a tamaña propuesta. Me parecía miserablem, no el canje, sino los problemas quue me acarrearía carnear un animal tan grande sin contar con un refrigerador o heladera para conservar sus partes. Mi palabra definía la operación y calculo que mi ex podría seguir su vida en esos lares, de manos de algún berebere o de algunos bereberes ansiosos por conocer una piel blanca teta y una cabellera rubia imposible de encontrar en aquellas ciudades, siquiera en todo el país, un territorio dominado por un Rey a quien le rinden las pleitesías más curiosas y extrañas.
Pareciera que por estos lugares rige una ley sobre la que se estructura toda la sociedad: quien gobierna la religión, domina el poder. Son cuatro los llamados a rendir el culto a Ala y les diré que el que corresponde al horario matutino, de las cinco de la mañana, es sobrecogedor: Uno salta de la cama porque los altoparlantes, dispuestos en las mezquitas, están a todo volumen y los musulmanes, obedientes como ovejitas bien educaditas, parten del lugar que sea para iniciar sus oraciones que se repiten a lo largo del día.
El Rey puede tener cuatro esposas y más aún, modificar las leyes religiosas a su medida. Por eso es el Rey, no solo del país sino el Jefe espiritual de los musulmanes, al menos de los que pueblan el territorio marroquí.
Cada una de las ciudades imperiales tiene su mercado popular que consiste en laberintos que se abren desde una "calle" central, una suerte de arteria conectada con venas y venitas y venosas por donde uno puede perderse físicamente y tal vez con dificultad reencontrar la referencia ansiada. A ambos lados de esas "calles" se distribuyen negocios diversos, de tamaños irregulares, pero todos y cada uno registra una suerte de personalidad peculiar. Así podes encontarr una montaña de zapatos en un cubículo de un metro y monedas donde un remendón golpea su martillo sobre una suela, en medio de una luz natural, gastando lo que queda de su vida en procura de alcanzar un pedazo de pan diario. Las escenas son muchas veces sóridas: quien recuerda de la historia el sistema de las corporaciones medievales, en donde los oficios se agrupaban por áreas y se permitía ejercerlos solo por herencia y no por aprendizaje o deseo, Marruecos muestra esa foto congelada, en una repetición que mis ojos vuelven a reconocer tras un regreso luego de 30 años, en donde los trabajadores de la madera están en un sector, amuchados, agrupados, y más adelante quienes laburan con los metales como el bronce y el cobre, y siguiendo una suerte de orden finalmente suceden los teñidores de cuero, bien alejados del mundanal ruído de la Medina (lugar que estoy describiendo) bien apartados de las zonas comerciales porque los olores que despiden los líquidos que tiñen los cueros, sumados a los olores de las tripas de los animales apartados en un ricnón, superan lo vomitivo, alcanzan la categoría de asco, pero uno no puede dejar de ir y ver ese espectáculo multicolor, en donde los seres humanos aparecen con el medio cuerpo sumergido en distintas tinajas enormes, cada una de un color vivo, vibrante, armando una paleta de pintor curiosa y atractiva.
Esas calles, la del mercado popular conocido bajo el nombre de "Medina" se llenan de gente, de carros tirados por burros, de ciclomotores que te peinan por atrás o te acarician por adelante, a una velocidad en la que uno se siente afortunado por entender que los frenos funcionen - tan bien- y que el que conduzca tenga muy buenos reflejos.
A lo largo de esas calles hay tiendas que venden alfombras ( caracteristicos de este pais) especias multicolores dispuestas como montañas que sobresalen de tachos con amarillos y verdes muy vivos, azules, rojos, que no son otra cosa que azafrán, paprika, comino, etcetera, especies que fueron usados en la antiguedad, por quienes levantaron las antiguas mezquitas, para darle color a los cerámicos que aún mantienen su colorido en paredes y pisos.
La plaza el FNA, antesala del acceso a la Medina, es un espectáculo continuo. Hace treinta años hjabía un burro que al ruido de un disparo cruzaba sus patas y se caía irremediablemente al suelo. Claro, no resistió mi nueva visita y su alma (si la hubiera) debe estar mirando cómo todo sigue igual aunque distinto. La crisis económica ha llevado a que si antes había un solo grupo de encantadores de serpientes, ahora haya cinco. Y cada uno encuentra y busca a su turista para ganarse un dirahm, tras un par de fotografías con serpientes colgadas en el cuello, con cobras alzadas con sus cachetes característicos inflados pero inofensivas en la suposición de que ya no deben tener ni el recuerdo de la existencia de sus colmillos tras haber sido fajadas para el evento.
En esa Plaza - el FNA- la historia se comunica a los pobladores a traves de relatadores de cuentos. Hay quien se encarga de contar historias y se hace un cículo alrededor, y esto explica que si bien Marruecos tiene una población que supera en un 50% el analfabetismo, no han perdido la curiosidad y el interes por saber cosas de la vida y por eso rodean al relatador de esas historias como un cinturón durante los minutos, tal vez las horas, que duran esos relatos.
A la noche, la Plaza cambia de escenografía y el centro de la misma se nutre de decenas de marroquies con delantales blancos, como si fueran médicos, cada uno en un espacio de donde salen vapores y sabores, invitando a los turistas a saborear la cena del día. La precariedad en la limpieza de utensillos, platos y vajilla es obvia. Pero parece que nadie se enferma ni se muere. O pocos como yo sufren de una deshidratación de padre y señor nuestro que es casi imparable y para los cual los berebere aconsejan comer comino, así , a secas, pero la diarrea no cesa y el camino al desierto, contratado por antelación corre el riesgo de ser abandonado auqnue a último momento descubro que al lado mío, en un asiento de la combi, participa de esta aventura una joven, que me la puso la Virgen María, porque no solo es médica sino que además tiene algo mejor que el puto comino que vengo tragando con agua mineral, y las muestras gratis de un laboratorio ingles hace su efecto esperado.
Pero me fui de klos retaurantes de la Plaza. Como me estoy yendo ahora cenar con mi familia.
Espero se hayan copado con lo que describí. En otro momento la seguiré, si es que hay concenso y hay demanda.
Abrazos,
Daniel

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigos: Tengo tambien para ofrecer un diario de viaje por Cuba, país que visité en tres oportunidades, movido en parte por una curiosidad de tipo política, y también porque era lo más económico que estaba a la vista.
Si les interesa, lo subo.

Bienvenidos Sexagenarios!!!!!

A todos los ex- Avellaneda 65 , Salud!
Obviamente es para empezar y modificar con los aportes de Uds. , hombres de letras si los hay...
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